sábado, 12 de noviembre de 2011

OBITO

Muerto pero mío, pensó viendo la pared. Y este también, y el otro de al lado. Todos. ¡Qué maravilla!
Ya han pasado muchos años y cada vez es más difícil montar una buena montería y cobrarse piezas dignas de taxidermista. El orgullo de que todo lo colgado fuera abatido con mi Remington 870 me hace sentirme bien pasando horas en mi salón cementerio.
Otros, que no tienen tantas, las han comprado como decoración.
En el armero, bien abrigada con un fieltro, está ella esperando que mis manos la abracen.

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