viernes, 23 de septiembre de 2011
EL TIEMPO
Son las doce horas, un minuto y quince segundos, pensé mientras miraba el negro reloj del fondo del pasillo, me quedan once horas. Nadie me cree, entré con veinte años y ya tengo cuarenta y dos. Posiblemente si fuera blanco, después de las tres revisiones ya me habrían soltado. Y aun teniendo un presidente con mi mismo color, en este país seguimos discriminados. Era mi esperanza cuando fue elegido. Pero todavía me queda un recurso, su intercesión depende de su posible coste electoral. Me han pasado un papel para que anote el ultimo menú, quieren envenenarme con el estomago bien satisfecho. ¡Qué humanitarios!
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